«De niño, además de varas, arbustos y flores, que me procuraban grandeleite, llevaba también a casa otras cosas que casi me complacían más porque no perdían color ni consistencia tan rápidamente como lasplantas, y eran todo género de piedras y de objetos que veía portierra. Cuando tenía tiempo, ponía mis tesoros en fila, loscontemplaba y me deleitaba con ellos. Mi admiración no tenía límitessobre todo cuando una piedra brillaba, resplandecía y parpadeaba demanera que no se podía averiguar de dónde venía aquello. Ese amor alcoleccionismo aún no me ha abandonado. Todavía hoy, no sólo llevoliteralmente en el bolsillo piedras a casa para dibujarlas o pintarlas y para seguir utilizando sus reproducciones, sino que presento aquípara la juventud una colección de todo tipo de entretenimientos yfruslerías que les sirvan de diversión y que ellos contemplen ydisfruten a su manera. Claro, mis jóvenes amigos han de ser para estacolección notablemente mayores de lo que era yo cuando llevaba a casamis extrañas piedras del campo para deleitarme con ellas.»Adalbert Stifter