«Hay que advertir que el señor Tiburius, de joven, era un granmentecato.» Estas palabras son la carta de presentación delneurasténico, solitario y misántropo Tiburius Kneight que, hastiado de todo e instalado en una vida de lujo e indolencia, decide visitar unbalneario siguiendo los consejos de un doctor algo chiflado que nuncareceta medicamento alguno a sus pacientes. Porque, ¿quién creería a un doctor que prescribiera unpaseo por un bosque, una caja de lápices, un cuaderno de dibujo, unacesta de abedul y una campesina que recoge fresas?Narrada con sencillez y frescura, «El sendero en el bosque» es unsorbo de agua de fuente en un día de calor. Un libro lleno deinocencia y sobriedad, pero también de una profunda sabiduría noexenta de destellos de mordacidad, para paladares acostumbrados a losmejores vinos.