Desde antiguo, el acontecimiento enigmático de la belleza estuvoaparejado gloriosamente con el arte más excelso. En los últimostiempos, no pocos artistas parecen alejarse de la belleza. Y lo hacensin nostalgia, como quien camina por una senda segura, sin preguntarse a dónde les conduce. Conceden la primacía al mero hacer, hacer obras, como si todo cuanto produce una persona dedicada al arte tuvieracalidad artística.En cambio, en el campo filosófico y teológico seestán abriendo hoy día a la belleza horizontes sumamente prometedores. A pesar de todas sus sombras, el momento actual se nos presenta comoun tiempo oportuno -un verdadero kayrós- para descubrir el papel queestá llamada a jugar la belleza en el mundo de la alta cultura. No essolo una delicia para los sentidos, un don de los dioses -como sueledecirse-, una invitación constante a la alegría, es una víaprivilegiada para hacernos pasar del nivel 3 al nivel 4, es decir, del plano donde resplandecen los valores al plano en que los valoreshallan su última e insondable fuente.Por eso necesitamos preguntarnosmuy en serio qué significa la belleza, cuál es su origen, a dóndellega su fecundidad. No vamos, de momento, a preocuparnos pordefinirla, es decir, por acotarla dentro de unos límites. Vamos avivirla, admirarla, sobrecogernos ante su indefinible encanto. Tal vez así nos pase lo que predijo Platón en su famosa Carta Séptima: trasdarle muchas vueltas a una idea, de repente, como por un relámpago, se ilumina la cuestión, y esa luz es la filosofía.
Alfonso López Quintás catedrático emérito de Estética en laUniversidad Complutense, miembro de número de la Real AcademiaEspañola de Ciencias Morales y Políticas y de L¿AcadémieInternationale de Art (Suiza) destaca en varias de sus sesenta obraspublicadas el poder de elevación del ser humano que posee el arte(Véanse, sobre todo, La experiencia estética y su poder formativo,Bilbao 32010, Inteligencia creativa, Madrid 42003, La ética o estransfiguración o no es nada, Madrid 2014). En esta obra subraya elpapel formativo que puede ejercer la contemplación de la belleza endiversas áreas de conocimiento: la literatura, la música, laarquitectura, incluso la teología. Para ello, el autor moviliza susconocimientos estéticos y, no en último lugar, su sensibilidad deorganista.