El discurso no es sólo un mensaje destinado a ser descifrado, estambién un producto que ponemos a disposición de los demás y cuyovalor se define en relación con otros productos, ya sean excepcionales o comunes. El efecto del mercado lingüístico, que se materializa enla timidez o el pánico escénico al hablar en público, se manifiesta en los intercambios más nimios de la vida cotidiana: valga como ejemplolos cambios de lengua que, en situaciones de bilingüismo, sin siquiera pensarlo, los locutores operan en función de las característicassociales de su interlocutor. Además de instrumento de comunicación, la lengua es también un signo externo de riqueza y un instrumento depoder. La ciencia social debe intentar justificar lo que, bienpensado, no deja de ser un acto de magia: se puede actuar conpalabras, órdenes o consignas. ¿La fuerza que despliegan las palabrasprocede de las propias palabras o de sus portavoces? Así pues, nosenfrentamos a lo que los escolásticos denominaban el misterio delministerio, milagro de la transustanciación que reviste a la palabradel portavoz de una fuerza superior, que le otorga el grupo en el quela ejerce. Al pensar el lenguaje desde otro punto de vista, podemosabordar el campo por excelencia del poder simbólico, el de lapolítica, lugar de la previsión como predicción que pretende producirsu propia realización. Y comprender, en su economía específica, eldebate regionalista o nacionalista, aparentemente alejado de laracionalidad económica. Pero también podemos desvelar la intenciónreprimida de algunos textos filosóficos, cuyo rigor aparente no es más que el rastro visible de la censura, especialmente rigurosa, delmercado al que están destinados.Esta fantástica monografía analiza eldiscurso y lenguaje no tanto como un valor absoluto en sí como unvalor social y económico. Aplicando el análisis económico y el socialsobre el lenguaje Bourdieu estudia no sólo las variedades que usoconlleva sino también los significados que implica,contextualizándolo.