Pizarro no se andaba con bromas... De niño se apostó cuatro cerdos con su amigo Miguel a que algún día levantarían en la plaza del pueblouna estatua en su honor. Y la que lió... Atravesó el océano como unaapisonadora, arrasando lo que se le pusiera por delante, ya fueranselvas impenetrables o indios patidifusos, corre que te corre detrásde la fama que le ganaría su estatua. Y no paró hasta conquistar unimperio cuyas riquezas volvían locos a los hombres.