Una de esas escasas series de sonetos a los que no puede ponerse pegaformal alguna, porque no solo están escritos, sino que parecencincelados con la misma precisión con que Rodin o Miguel Ángel hacíanhablar a la piedra convirtiéndola en hombre o en mujer por obra ygracia de su talento. Pasmo es, como otros libros, un canto a lohumano o, lo que es lo mismo, un lamento ante la insignificancia de la condición humana, esa que hace de nuestra especie una estirpetrágica, consciente de que va a morir y de que todos sus trabajos ysus días desembocarán en un mismo océano de olvido.