Casi desde sus comienzos como cronista y novelista, Salgari obtuvo unnotable éxito de público. En sus últimos años, era el escritor conmejores ventas de Europa: algunas de sus ochenta y cuatro novelassuperaron la cota hasta entonces desconocida de los cien milejemplares y tuvo multitud de imitadores, como Luigi Motta o suspropios hijos. Sin embargo, Salgari vivía acosado por la penuria,trabajando como un forzado de la pluma para editores que le estafabancon impávida constancia [?] Un día se hartó, cogió uno de losyataganes modelo Sandokán que coleccionaba y se hizo el hara-kiri, nosin dejar una nota para sus verdugos: «A vosotros, que os habéisenriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en unacontinua semimiseria o aún peor, sólo os pido que en compensación delas ganancias que os he proporcionado os ocupéis de los gastos de misfunerales. Os saludo rompiendo la pluma». Tenía cuarenta y nueve años. (Del prólogo de Fernando Savater)