«Silencio, te dices. Y no se hable más de ti, ni siquiera de tusmanos, esos muñones empeñados en juntar palabras. Porque tú aquí noeres nadie. Sólo un hombre que debe permanecer al margen y leer lahistoria que vivieron los demás. Karl Bruckner, Peter Brühl, OttoRink. Los nombres de todos esos jóvenes desaparecidos hace años yaños. Las cifras que tanto dicen, sin decir apenas nada. 1923-1943.1921-1943. 1920-1941. Una vez más, respiras hondo, con los ojoscerrados, y en el silencio sólo roto por el vuelo de una bandada derabilargos y el tableteo del pico de una cigüeña, acechas la voz delviento. Y de pronto escuchas un disparo, una bala que se hunde en lacarne, que se pierde en la nada, inmensa, de otro tiempo».