No lograba entender la felicidad de las personas que le rodeaban. Y, sin embargo, no podía evitar preocuparse por cómo le veían. Esos eran los pensamientos que atormentaban a Yôzô Ooba. Tras esforzarse al máximo para aprender a hacer payasadas, Yôzô vive cada día penosamente, pensando siempre en morir y consagrado a hacer el payaso.