Casi doscientos cincuenta años después del nacimiento de su autor,"Fausto" sigue siendo un clásico, pues plantea el problema de loslímites y el sentido de la acción humana, y lo hace bajo la paráboladel pacto con el diablo. La obra mantiene su vigencia hoy porque,mediante los interrogantes propios de la condición humana, reaviva lainquietud en una época que pretende sentirse ajena a ellos. Enrealidad, "Fausto "reúne dos obras distintas enmarcadas en momentosmuy concretos de la historia europea: el posterior a la RevoluciónFrancesa y el de la consiguiente Restauración monárquica. En el dramase citan, igualmente, dos perfiles muy distintos de Goethe (Frankfurt, 1749 - Weimar, 1832): el alma de un joven lleno de desasosiego y laatemperada vejez de un funcionario jubilado. Si a lo largo de sesentay cuatro años de creación varía el autor, también cambia su personaje. En la primera parte, un triste erudito se lanza a una desesperadaacumulación de experiencias. En la segunda, un hombre lúcido cifra sumáxima esperanza en crear un pueblo libre en una tierra libre. Unapretenciosa individualidad es sacrificada en aras de una utopíacomunitaria por la que siempre merezca la pena luchar.
Casi doscientos cincuenta años después del nacimiento de su autor, "Fausto" sigue siendo un clásico, pues plantea el problema de los límites y el sentido de la acción humana, y lo hace bajo la parábola del pacto con el diablo. La obra mantiene su vigencia hoy porque, mediante los interrogantes propios de la condición humana, reaviva la inquietud en una época que pretende sentirse ajena a ellos. En realidad, "Fausto "reúne dos obras distintas enmarcadas en momentos muy concretos de la historia europea: el posterior a la Revolución Francesa y el de la consiguiente Restauración monárquica. En el drama se citan, igualmente, dos perfiles muy distintos de Goethe (Frankfurt, 1749 - Weimar, 1832): el alma de un joven lleno de desasosiego y la atemperada vejez de un funcionario jubilado. Si a lo largo de sesenta y cuatro años de creación varía el autor, también cambia su personaje. En la primera parte, un triste erudito se lanza a una desesperada acumulación de experiencias. En la segunda, un hombre lúcido cifra su máxima esperanza en crear un pueblo libre en una tierra libre. Una pretenciosa individualidad es sacrificada en aras de una utopía comunitaria por la que siempre merezca la pena luchar.