En esta edición revisada, actualizada y ampliada de su bestseller delNew York Times, el economista ganador del Premio Nobel Robert Shiller, que ya advirtió de la burbuja tecnológica y de la de la vivienda,ahora nos alerta de que los signos de la exuberancia irracional de los inversores no han hecho más que aumentar desde la crisis financierade 2008-2009. Con los precios de las acciones y los bonos disparadosen Estados Unidos y el incremento del precio de la vivienda en muchospaíses, el boom post-subprime bien puede llegar a convertirse unademostración más del argumento de Shiller sobre la volatilidadimpulsada por los vaivenes psicológicos inherente a todos los mercados activos. En otras palabras, Exuberancia irracional sigue siendo unaobra tan relevante como siempre.
Pero, además, la importancia de Exuberancia irracional trata de algomucho más importante que la situación actual en un mercadodeterminado, pues el libro analiza las fuerzas que se mueven todos los mercados arriba y abajo. Muestra cómo la euforia inversora puedellevar los precios de los activos hasta cotas vertiginosas einsostenibles y cómo, en otras ocasiones, el desaliento inversor puede hacer bajar los precios a niveles muy bajos.
Las anteriores ediciones del libro trataron los mercados de valores einmobiliario y se hicieron famosas por predecir sus crashes. Estanueva edición amplía su alcance para incluir el mercado de bonos, porlo que el libro se dirige ahora a todos los principales mercados deinversión. Para esta edición se han actualizado todos los datos y seha añadido el parlamento que ofreció Shiller al recibir el PremioNobel.
Además de diagnosticar las causas de las burbujas de activos,Exuberancia irracional recomienda cambios urgentes en las políticaseconómicas y financieras para disminuir la probabilidad de que serepitan o, por lo menos, su gravedad, y aconseja a los inversoresalgunas medidas para reducir su riesgo antes de que estalle la próxima burbuja. Nadie cuyo futuro dependa de una cuenta de jubilación, unacasa, u otras inversiones pueden permitirse el lujo de no leerlo.