El hundimiento del Titanic es un magistral poema épico -una hazañadesacostumbrada en estos tiempos- en torno a una historia que, aunqueconocida, no ha perdido un ápice de su tensión dramática. En efecto,el enorme transatlántico, gigantesca maravilla del mundo que naufragóuna gélida mañana del año 1912, no fue sólo un buque, sino también unmito: la encarnación del progreso tal como se entendió en el sigloXIX, un concepto cuya vigencia ha sufrido un serio revés tras losavatares de la historia reciente. A lo largo de treinta y tres cantos, en este poema -explícitamente inspirado en La divina comedia deDante, escritor que retorna a menudo entre los fantasmas evocados porEnzensberger- se efectúa una soberbia recreación de la catástrofe. Los alaridos de los náufragos, las rememoraciones nostálgicas de losmuertos, los inarticulados mensajes de los supervivientes, perotambién fragmentos de telegramas, las últimas informacionesmeteorológicas, las desesperadas peticiones de auxilio. Asimismo, lasminuciosas descripciones de los menús de a bordo, la arquitectura delbuque, la decoración y las pinturas kitsch de sus salones, lasinoportunas alegorías de la Paz y del Progreso. Y todo elloembalsamado en el gran vacío del agua. Pero no sólo se trata de estehundimiento registrado en los documentos de la Historia: comofantasma, el Titanic sigue navegando. Su actualidad está probada porla puntualidad con que su destino sigue reflejándose en películas,fantasías y pesadillas. El poema trata también de este Titanicimaginario, de este «naufragio mental». La redacción de este libro seinició en Cuba en 1969, se elaboró durante casi diez años y seabandonó y reemprendió varias veces a lo largo de este tiempo. Elogiode la provisionalidad y de la duda, este poema refleja asimismo lacrisis del militante marxista que ha perdido las ilusiones, no seadopta una «posición correcta», la justicia de la poesía no es de este orden: en caso de duda, está de parte de quienes sucumbieron en elnaufragio.«Una de las más patéticas y hermosas metáforas del siglo XX. Una obrade magistral coherencia» (Juan Carlos Suñén, El País).