Eau Sauvage se presenta bajo la forma de un «diálogo» con cierto toque humorístico para convertirse, poco a poco, en un monólogo casidramático. Un padre invasor, preocupado hasta la angustia por lafelicidad de su hija, alterna los excesos de atención con losreproches, de una manera tan torpe como, finalmente, conmovedora.
Valérie Mréjen demuestra de nuevo en esta novela su apabullantevirtuosismo para captar los clichés del lenguaje familiar, sus ritmosy sus matices de tono, y una soberbia capacidad para sacar punta a los detalles de la vida diaria. Baña la novela, además, un desapego tansólo aparente, bajo el cual se adivina la emoción, que es apenas, sinembargo, un rastro sutil: como ese perfume que da título al libro y,provocando un ejercicio de memoria olfativa, nos hace pensar tambiénen nuestro propio padre y en la colonia que usaba. Escrito en estado de gracia, Eau Sauvage trata con aparente ligereza,con ese humor tan suyo, el gran tema que se adivina bajo todas lasnovelas de Mréjen: la dificultad del diálogo. Y dibuja, de través, elajustado retrato de toda una generación de hijas e hijos.